Assassin's Creed. Renaissance by Oliver Bowden

Assassin's Creed. Renaissance by Oliver Bowden

autor:Oliver Bowden [Bowden, Oliver]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 12

En 1481, Venecia, bajo el firme gobierno del dux Giovanni Mocenigo, era, en términos generales, un buen lugar para vivir. Estaba en paz con los turcos, la ciudad prosperaba, las rutas comerciales por tierra y por mar eran seguras, y pese a que las tasas de interés eran reconocidamente elevadas, los inversores mostraban tendencias alcistas y los ahorradores se sentían satisfechos. También la Iglesia era rica, y los artistas florecían al amparo tanto de patrones espirituales como laicos. La ciudad, rica gracias al saqueo sistemático de Constantinopla que siguió a la Cuarta Cruzada, desviada por el dux Dandolo de su verdadero objetivo, había conseguido doblegar a Bizancio y exhibía el botín sin vergüenza alguna, siendo la muestra más evidente los cuatro caballos de bronce dispuestos en la parte superior de la fachada de la basílica de San Marcos.

Pero Leonardo y Ezio, que llegaron al Molo aquella mañana de principios de verano, desconocían por completo el pasado envilecido, traidor y ratero de la ciudad. Sólo vieron la gloria del mármol rosado y la mampostería del Palazzo Ducale, la amplia plaza extendiéndose hacia el fondo y hacia la izquierda, el campanile construido en ladrillo y de pasmosa altura, y a los venecianos, de complexión delgada, vestidos con ropajes oscuros, deslizándose como sombras por térra ferma o navegando por sus laberínticos y fétidos canales en una amplia diversidad de embarcaciones, desde elegantes góndolas hasta desgarbadas barcazas, estas últimas cargadas con todo tipo de productos, desde fruta hasta ladrillos.

Los criados del conde de Pexaro se encargaron de trajinar los efectos de Leonardo y, siguiendo su sugerencia, se ocuparon también del caballo de Ezio y prometieron además buscarle un alojamiento adecuado al joven hijo de un banquero florentino. Desaparecieron acto seguido, dejando a un criado con ellos, un joven gordo de piel cetrina y ojos saltones, cuya camisa estaba empapada de sudor y cuya sonrisa almibarada haría caer la cara de vergüenza a cualquiera.

—Altezze —dijo con su sonrisa afectada, aproximándose a ellos—. Permitid que me presente, soy Nero, el funzionario da accoglienza personal del conde. Será mi deber y un placer ofreceros una breve introducción guiada a nuestra ciudad antes de que el conte os reciba… —al decir esto, Nero empezó a mirar con nerviosismo a Leonardo y a Ezio, tratando de decidir quién de los dos era el artista enviado, y por suerte para él se decidió por Leonardo, el que tenía menos aspecto de ser un hombre de acción—, messer Leonardo, para tomar una copa de Véneto antes de cenar, comida que el messer tendrá el placer de celebrar en el salón de los criados superiores. —Hizo una reverencia y se rascó la cabeza un poco más, por si fuera poco—. Nuestra góndola nos espera…

Durante la media hora siguiente, Ezio y Leonardo pudieron disfrutar —de hecho, estuvieron encantados de hacerlo— de las bellezas de La Serenissima desde el mejor lugar desde donde contemplarlas: una góndola, expertamente controlada de proa a popa por sus gondoleros. Pero el pegajoso discurso de Nero aguaba aquella placentera experiencia.



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